Desde que el Santo Oficio se estableció en el palacio de la Inquisición al centro de la Ciudad de México en el año de 1736 buscó reafirmar su propósito de reformar a la sociedad y llevarla por el camino de las buenas costumbres y la moralidad religiosa a través de los principios de Dios. En esta nueva sede se ampliaron celdas y espacios para castigar severamente a todo aquel que incurriera en los delitos de dos grandes grupos: delitos contra la moral, como los augurios y la bigamia, y delitos contra la fe, como la herejía y la brujería, los cuales se castigaban según la seriedad del acto cometido.

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Para estar al tanto, el Santo Oficio tenía diversos informantes que podían ser los propios miembros del Tribunal o civiles que quisieran denunciar algún hecho trascendente que infringiera en las formas sociales impuestas por las autoridades novohispanas. Un caso de civil informante se presentó con el sastre Agustín Miguel que acusó de bígamo (estar casado dos veces) a Juan Antonio Gil Mayorquin, un oficial de albañil residente de la localidad Real de los Álamos, Sonora, después de un altercado.

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Juan Antonio fue notificado de la acusación por los vecinos del poblado y las autoridades inquisitoriales le ordenaron no salir de dicha provincia hasta que ellos se presentaran. Muy sorprendido decidió acudir ante los inquisidores para conocer más sobre su caso, pero al llegar fue apresado de inmediato y trasladado a la Ciudad de México. Sabía que estaba en graves problemas y que enfrentaría un gran juicio hasta que pudiera demostrar su inocencia, mientras tanto sufriría los tormentos de la cárcel.

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Al haber cometido un delito contra la moral, es decir, aquel tipo de delito por el cual se debía estar avergonzado ante Dios, fue condenado a recibir un castigo mientras estuvo preso. A Juan Antonio se le aplicó el castigo conocido como pie de amigo, el cual consistía en colocar un collar con una horquilla de hierro que tenía dos puntas en cada extremo y que iba de la barbilla al esternón. Este mecanismo restringía cualquier movimiento de la cabeza y sólo permitía que la víctima murmurara.

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Mientras Juan Antonio estaba siendo torturado en las celdas, se comenzó la investigación para comprobar su culpabilidad. En la información que recibieron las autoridades se mencionaba que el primer matrimonio del acusado se había efectuado en Guadalajara y el segundo en Sonora. Varios testigos informaron que, ciertamente, Juan Antonio se había casado en abril de 1723 en Guadalajara con María Felipa de la Cruz y Valenzuela, con quien tuvo dos hijos y después de tres años la abandonó, pero los archivos eclesiásticos no arrojaron otro registro. 

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Al no encontrar más información se dio el veredicto de dejarlo en libertad, pues no había obrado mal en cuanto a la acusación impuesta. Juan Antonio Gil Mayorquin acusó de inmediato al sastre por difamación y decidió huir de Real de Álamos antes de tener más problemas con el Tribunal. Mientras tanto, al sastre Agustín Miguel se le castigó con azotes por mentir y burlarse del Santo Oficio.

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Referencia: AGN, Instituciones Coloniales, Inquisición, vol. 872, exp. 24.

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*Las imágenes utilizadas para ilustrar el presente relato son una interpretación libre realizada por la subdirección de difusión del AGN y no pretenden representar con exactitud los hechos ni escenarios de la época.*

El fin justifica los medios: los castigos de la Santa Inquisición