Durante las décadas de los sesenta y setenta, el estado de Nuevo León se destacó como uno de los territorios con mayor participación en movilizaciones sociales. En particular, la Universidad Autónoma de Nuevo León (UANL) fue escenario de diversas protestas estudiantiles, alcanzando su punto álgido en 1971 con un significativo conflicto. Este estalló cuando el rector de la universidad decidió modificar la ley orgánica, la cual establecía el cobro de cuotas, generando una fuerte oposición por parte de los estudiantes. Años después sería de esa universidad de donde, surgirían los integrantes de La liga de comunistas armados.
Con el propósito de “derrocar al gobierno para establecer uno de carácter socialista que acabara con la burguesía”[1], y siguiendo los principios del marxismo, se organizaron como un grupo armado compuesto por estudiantes y pasantes de la UANL. Llevaron a cabo una serie de acciones encaminadas a conseguir sus objetivos. Sin duda, un momento crucial en la historia de las guerrillas en México fue el secuestro del vuelo 705 en la ciudad de Monterrey.
La mañana del 8 de noviembre de 1972, a las 9:20 AM, tres miembros de la Liga de Comunistas Armados, liderados por Germán Segovia Escobedo, abordaron el Boeing 727 de la Compañía Mexicana de Aviación, llevando consigo cuatro pistolas calibre 38. A bordo del avión se encontraban más de 100 pasajeros, incluyendo a Wesley Parsons, cónsul estadounidense, y los hijos del gobernador de Nuevo León, Luis M. Farías, junto con algunos empresarios destacados. Pocos minutos después de iniciar el vuelo, los cuatro hombres iniciaron el secuestro. Neutralizaron a las azafatas, apuntaron a los pilotos y anunciaron a través del micrófono que pertenecían a la Liga de Comunistas Armados. La histeria colectiva se propagó de inmediato, y se dio la orden a los pilotos de transmitir su mensaje por la torre de control.
Los pilotos del avión transmitieron las exigencias del grupo. Exigían 4 millones de pesos, armas y municiones, así como la liberación de presos políticos, entre ellos Porfirio Guajardo, Edna Ovalle y Ángel Mejía Núñez, quienes habían sido detenidos en Saltillo. La noticia se difundió rápidamente, propagándose como pólvora a través de la radio y la televisión. Los medios saturaron el aeropuerto, especialmente al conocer que el destino previsto era Cuba.
No obstante, antes de dirigirse hacia el territorio caribeño, regresaron al aeropuerto, donde liberaron a algunos pasajeros y donde les fueron cumplidas todas sus demandas. Entre estas exigencias estaba la entrega del dinero a cargo de Juan Urrutia, un capitán de la policía conocido por su fama como represor y torturador de activistas. A pesar de que se cumplieron sus demandas, más de 70 personas, incluyendo a los pilotos, el cónsul y los hijos del gobernador, seguían siendo rehenes cuando el avión despegó rumbo a Cuba.
Aterrizaron a las 19:20 en el aeropuerto José Martí. Posteriormente, el avión partió de regreso a la capital con el resto de los pasajeros, ya sin los integrantes de la Liga, quienes nunca fueron extraditados por el gobierno cubano. La Dirección Federal de Seguridad (DFS) informó que, a la llegada del avión, agentes del Ministerio Público Federal tomaron declaraciones de todos los tripulantes y se llevaron a cabo las investigaciones correspondientes en los domicilios de los miembros de la Liga. Así concluía otro episodio de las guerrillas en México.
Bibliografía consultada:
Castellanos, Laura, México armado 1943-1981, Ciudad de México, Ediciones Era, 2007.
*Procedencia del relato:
Secretaría de Gobernación Siglo XX/Investigaciones Políticas y Sociales/Caja 2585/135823/1 2585/1