La variedad de lenguas indígenas que había en el nuevo territorio colonizado complicaba que los evangelizadores pudieran comunicarse con los indígenas. Sin embargo, una de todas esas lenguas resaltaba por ser común a la mayoría de los nativos: el náhuatl. Si bien la mayoría de los españoles mostraba cierta hostilidad y promovía la prohibición de su habla y escritura, hubo representantes tanto civiles como eclesiásticos que se dieron a la tarea de aprenderlo y enseñarlo.

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En 1775, los doctores Juan Joaquín de Lopeña y Francisco Rangel Alcaraz, catedráticos de la Real Universidad, y Juan Manuel Velazco, comisario interino del Santo Oficio y clérigo de la Colegiata de Nuestra Señora de Guadalupe, todos pertenecientes a la clase alta de la sociedad novohispana, se remitieron a la Corona española para pedir que los clérigos de la localidad de Huichapan —que actualmente es un municipio de Hidalgo— aprendieran e impartieran clases de náhuatl.

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Esta petición se debía a varios motivos, primero porque los clérigos no podían llevar a cabo las tareas de evangelización ni exhortar a los pobladores a asistir a la iglesia y confesarse, ya que la mayoría de las personas indígenas que asistían a la iglesia eran hablantes de náhuatl y, en menor medida, de otomí y mazahua. Debido a los problemas de comunicación que esto representaba, algunos sacerdotes no les permitían la entrada a quienes no hablaran náhuatl, lo que afectaba gravemente a la tarea de conversión.

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En segundo lugar, los registros de la iglesia de Nuestra Señora de Guadalupe señalaban que la mayoría de las personas pertenecientes a los pueblos originarios de México pedían confesarse en náhuatl y solo dos personas habían intentado confesarse en otomí. Y en tercer lugar, se creía que los pueblos que hablaban náhuatl “eran mucho más lúcidos” en comparación con los hablantes de otras lenguas indígenas.

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Por dichos motivos, Joaquín de Lopeña, Francisco Alcaraz y Juan Manuel Velazco propusieron que, así como en la Real Universidad y el Colegio Tridentino, instituciones ubicadas en la Ciudad de México, en Huichapan se impartiera en primera instancia la enseñanza del náhuatl tanto a los indígenas hablantes de otra lengua como a los clérigos.

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La Corona española aceptó que seis personas se hicieran cargo tanto de la enseñanza de las lenguas indígenas, como de las tareas de evangelización, cuatro se enfocarían en el náhuatl y dos en el otomí y el mazahua. Esta decisión, además de facilitar la evangelización, formaba parte de una primera labor de unificación lingüística en la que se buscaba que todos los indígenas aprendieran náhuatl y, posteriormente, aprendieran español.

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Referencia: AGN, Instituciones Coloniales, Bienes Nacionales, vol. 562, exp. 7.

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*Las imágenes utilizadas para ilustrar el presente relato son una interpretación libre realizada por la subdirección de difusión del AGN y no pretenden representar con exactitud los hechos ni escenarios de la época.*

El náhuatl como instrumento lingüístico para la evangelización durante el Virreinato