La desigualdad que envolvía a la sociedad novohispana muchas veces se vio reflejada dentro de las instancias de justicia. En los registros del Tribunal de la Acordada encontramos casos sobre familiares de reos que se presentaban ante los jueces a suplicar la libertad de estos bajo el argumento de que los delitos eran producto de las condiciones precarias a las que estaban expuestos y de la ignorancia.
Tal fue el caso de María Ana de Peralta, residente del pueblo de San Agustín en Veracruz. En abril de 1782, a través de un escrito elaborado por un escribano local, María se dirigió al representante supremo del Tribunal de la Acordada para pedirle de manera muy respetuosa y misericordiosa que retomara el juicio de su esposo Nicolás Hernández y considerara las circunstancias y malentendidos que lo llevaron a estar preso.
Proveniente de Veracruz, Nicolás Hernández había sido capturado al entrar a la Ciudad de México en una carreta que transportaba barriles de chiringuito, bebida alcohólica prohibida por las autoridades y que se contrabandeaba debido a la escasez de aguardiente.
María Ana explicaba que su esposo era campesino y que por la necesidad de conseguir dinero para alimentar a su numerosa familia se dedicaba a transportar, en su mayoría, productos alimenticios. En aquella ocasión le habían solicitado transportar barriles que supuestamente contenían ajonjolí. La desesperación lo cegó como para siquiera pensar en abrir los barriles y cerciorarse de su contenido, así que ignoraba por completo que pudiera tratarse de algún caso de contrabando de chiringuito.
Dada la situación, María Ana pedía que reconsideraran el encarcelamiento de su esposo, pues además aseguraba que ella sufría de múltiples enfermedades que le habían traído miles de infortunios y desgracias, entre ellas la ceguera por su avanzada edad. Dicho padecimiento le impedía mantener a sus hijas y tener a su marido en libertad le podría brindar un poco más de alivio.
Sin embargo, en octubre del mismo año, el máximo juez de la Acordada rechazó rotundamente la solicitud de María Ana a pesar de las cuantiosas súplicas, peticiones y explicaciones expresadas en su escrito para lograr el perdón de la condena de Nicolás.
Referencia: AGN, Instituciones Coloniales, Criminal, vol. 53, exp. 20.
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