Cuando la Cárcel Preventiva del Distrito Federal (Lecumberri) cerró sus puertas en agosto de 1976 sus entrañas quedaron completamente deshabitadas, únicamente quedó el silencio. El cascarón arquitectónico permaneció como testimonio de lo que fue, así como los dibujos pintados en los muros de las celdas por los antiguos presos como huella de una idea, de un pensamiento, de una emoción, de un mundo afectivo.

Algunos de estos mensajes trazados por los presos lograron ser encapsulados en el tiempo gracias al trabajo fotográfico de Arturo Córdova Tovar, quien en 1979 visitó las instalaciones del antiguo palacio negro para recabar los últimos testimonios visuales antes del comienzo de los trabajos para su transformación en la nueva sede del Archivo General de la Nación (AGN).

Las fotografías de Arturo Córdova muestran parte de lo que fue el sistema panóptico y los antiguos espacios por donde miles de presos pasaron a cumplir su condena. Precisamente en las antiguas celdas de Lecumberri, Arturo encontró decenas de mensajes y dibujos que los anteriores moradores habían dejado como una forma de hacer propio el espacio carcelario.

Como las inscripciones personales, rústicas, humorísticas, satíricas e incluso políticas que pueblan los muros de las ciudades del mundo en una transgresión simbólica, estos testimonios de la vida en prisión bien podrían ser considerados como grafitis. Tales expresiones en los muros de la extinta cárcel preventiva guardaron un mensaje, algunos de carácter personal y otros para los presos que vendrían después, pues quizás ninguno de los autores pensó en la posibilidad de que alguien más pudiera conocer sus dibujos.

Afortunadamente, es posible conocerlos por el trabajo de Córdova y a que los negativos y las fotografías están bajo el resguardo del AGN en una colección que lleva el nombre del autor y que cuenta con más de doscientas diapositivas a color. Esto permite que seamos nuevos receptores de ese mensaje y podamos darle una lectura que parta de diversos horizontes y niveles interpretativos de una esfera de comunicación subterránea en la prisión y de su último receptor en el joven Arturo Córdova.

Siguiendo esta visión, Ricardo Elizondo, en el libro Lecumberri, Ángel y Escorpión. Galería fotográfica del último día (2000), realizado a partir del material gráfico en cuestión, nos invita a reflexionar sobre la lectura de estas imágenes a través de dos importantes preguntas: ¿qué es lo que ahora vemos? y ¿qué es lo que las fotografías de Córdova nos muestran? Pues bien, tenemos que ver más allá de las líneas, siluetas, manchas, rostros, composiciones, caricaturas, collages de ilustraciones, desnudos y leyendas, entre otros temas, para encontrarnos con un mundo intangible de ideas construido a partir del lenguaje del grafiti.[1]

Históricamente, el lenguaje del grafiti se ha caracterizado por su marginalidad, vulgarización y disidencia lo que conlleva a su ninguneo y olvido, como ha explicado Fernando Figueroa Saavedra.[2] Esta marginalización es claramente visible en los antiguos grafitis de Lecumberri en distintos niveles: primero como una expresión subterránea sin consideración de valor alguno por parte de las autoridades en relación con sus creadores, incluso aquellos que fueron realizados por los presos políticos; segundo, explicado por la valoración subyacente, fueron destruidos al momento de llevarse a cabo la remodelación y limpieza de las paredes de la cárcel preventiva; tercero, pasaron al menos dos décadas en el olvido hasta que se convirtieron en fuente de estudio, como el realizado por Ricardo Elizondo, quien incluso no dejó de manifestar una incomodidad ante ese lenguaje rústico, soez y extravagante, lo que incidió así en una selección de lo que era propio de analizar. En palabras del autor que tuvo acceso al acervo de Arturo:

Para la presente selección de fotos (…) nos dejamos impresionar por las dualidades, los contrastes, los gritos de afecto, el odio, el palpitar de la soledad; rehuimos la pornografía gratuita —que en honor a la verdad casi no la hay—, la grosera vulgaridad que en este caso poco ayudaba, y las imágenes que por su densidad interpretativa podrían fácilmente disparar la atención y dispersar.[3]

Al escudriñar la selección de 248 diapositivas se pueden entretejer cientos de historias que permiten la transmisión de la memoria, tanto de manera escrita como gráfica. Se aprecian determinados temas en estos grafitis que fueron pintados por segmentos sociales marginados y castigados a través de la reclusión, sin posibilidad de un camino de vuelta, sin posibilidad de reintegración.

Los principales temas que podemos encontrar se vinculan con la libertad, el maniqueísmo, la religiosidad, la pornografía, las drogas y la disidencia política. Esta enunciación sólo es a grandes rasgos porque la lectura de cada uno de estos grafitis siempre resultará subjetiva y parcial respecto de la realidad que representan, pues la ausencia de un productor, de una datación clara del momento de producción e incluso del número de celda a la que correspondía el grafiti dificulta poder llegar hasta su posible creador y potenciales intérpretes primarios. Estas barreras interpretativas fueron enfrentadas por Arturo Córdova al momento de intitular cada una de las fotografías, pues si bien algunas descripciones estuvieron vinculadas con lo observado, otras no tanto. Esto nos posibilita leer un significado adicional para acceder a la construcción de sentido por parte de Arturo al momento de nombrar a cada pieza para su acervo personal, quien al nombrar creó un nuevo documento que salió del anonimato, con un nuevo productor.

En estos grafitis también podemos encontrar figuras y símbolos fáciles de identificar por llevar varias generaciones formando parte de la cosmovisión religiosa. No faltaron los rostros de la Virgen María en su advocación guadalupana frente a su mensajero indígena (imagen 1) y una alusión al manto sagrado (imagen 2). En contraparte encontramos las imágenes que se vinculan con la representación visual del diablo con cuernos (imagen 3).

/cms/uploads/image/file/748095/1.JPGImagen 1. Arturo Córdova Tovar, Juan Pueblo, 1979

 

/cms/uploads/image/file/748094/2.JPGImagen 2. Arturo Córdova Tovar, Ecce homo, 1979

 

  /cms/uploads/image/file/748096/3.JPGImagen 3. Arturo Córdova Tovar, La graciosa huida [Detalle], 1979

En estos antiguos grafitis también apareció la figura del hongo, elemento interpretado por Ricardo Elizondo como un símbolo de libertad al identificar en ellos una droga alucinógena que permitía a los presos un momento de evasión de su realidad (imagen 4). Es importante recordar que uno de los problemas que llegó a afectar a la prisión de Lecumberri fue la venta y consumo de drogas, producto del sistema corrupto que imperaba dentro de aquel mundo.

Sin embargo, nuestra interpretación de la expresión gráfica se puede complejizar, puesto que podemos explorar una doble dimensión porque no conocemos el momento preciso de la producción de cada uno de los grafitis, como lo hemos comentado, y porque tenemos la mirada del fotógrafo. En este caso, el grafiti proporciona mayores elementos interpretativos que no sólo nos permiten vincularlo con una evasión de la realidad, sino con el consumo ritual de drogas que atravesó a toda una generación desde mediados de la década de 1960 y hasta los últimos momentos de la prisión. Muchos jóvenes jipis nacionales y extranjeros fueron objeto de persecución, exclusión, criminalización e incluso encarcelamiento para aquellos que relacionaron la rebeldía contracultural con la política.

El consumo ritual estaba inspirado en una comunión con una realidad mayor en la afirmación de valores como el pacifismo. Esa identificación entre hongos y paz la encontramos en una parte de la imagen con un símbolo de paz del que brota un hongo y la leyenda “peace and love in the worl[d]” (paz y amor en el mundo). Parece ser que la imagen removió las emociones del joven Arturo, quien debió experimentar aquellos años de disidencia cultural como para incluir una fecha simbólica en el título de la imagen “Aquellos años 69”. De tal manera, no sorprende que entre las imágenes también se encuentren otros elementos de la contracultura como el rocanrol y el movimiento jipi.

 

/cms/uploads/image/file/748097/4.JPGImagen 4. Arturo Córdova Tovar, Aquellos años 69, 1979

 

Además de estas representaciones, en la prisión fueron grabadas las imágenes relacionadas con los movimientos políticos y revolucionarios. Los presos políticos que poblaron la penitenciaría en distintos momentos, pero sobre todo en las décadas de 1960 y 1970, plasmaron su visión del mundo en las paredes como un mecanismo de rebeldía frente al encarcelamiento derivado de su cuestionamiento del orden social y político vigente. Por eso, no sorprende encontrar en los grafitis rostros revolucionarios como el de Ernesto Che Guevara y Genaro Vázquez o la representación de la hoz y el martillo, un símbolo de las clases oprimidas —campesinas y obreras— ampliamente utilizado por las expresiones políticas comunistas (imagen 5).

/cms/uploads/image/file/748098/5.JPGImagen 5. Arturo Córdova Tovar, Productos revolucionarios, 1979

Sin lugar a duda, el fondo fotográfico Arturo Córdova Tovar. El último día en el Palacio de Lecumberri nos permite explorar los últimos días de la antigua Penitenciaría antes de su remodelación para albergar la sede del Archivo General de la Nación, pero también es una ventana para conocer parte de las ideas que circularon entre los presos de Lecumberri. ¿Puedes imaginar cuántos mundos y horizontes de sentido se encuentran congelados en el tiempo en cada una de las imágenes de Arturo? Atrévete a explorar su acervo y a descubrir las maravillas que contiene.

Referencias de imágenes:

Imagen 1. Córdova Tovar, Arturo, Juan Pueblo, Ciudad de México, 1979, AGN, Archivos Fotográficos, Arturo Córdova Tovar. El último día en el Palacio de Lecumberri, núm. de registro 240.

Imagen 2. Córdova Tovar, Arturo, Ecce homo, Ciudad de México, 1979, AGN, Archivos Fotográficos, Arturo Córdova Tovar. El último día en el Palacio de Lecumberri, núm. de registro 231.

Imagen 3. Córdova Tovar, Arturo, La graciosa huida [Detalle], Ciudad de México, 1979, AGN, Archivos Fotográficos, Arturo Córdova Tovar. El último día en el Palacio de Lecumberri, núm. de registro 071.

Imagen 4. Córdova Tovar, Arturo, Aquellos años 69, Ciudad de México, 1979, AGN, Archivos Fotográficos, Arturo Córdova Tovar. El último día en el Palacio de Lecumberri, núm. de registro 180.

Imagen 5. Córdova Tovar, Arturo, Productos revolucionarios, Ciudad de México, 1979, AGN, Archivos Fotográficos, Arturo Córdova Tovar. El último día en el Palacio de Lecumberri, núm. de registro 223.

 

[1] Ricardo Elizondo Elizondo, Lecumberri, Ángel y Escorpión. Galería fotográfica del último día, México, Secretaría de Gobernación/Archivo General de la Nación, 2000.

[2] Fernando Figueroa Saavedra, El grafiti de firma: un recorrido histórico-social, por el grafiti de ayer y hoy, Madrid, España, Minobitia, 2014.

[3] Elizondo, Lecumberri, Ángel y Escorpión, 2000, p. 25.

Grafitis de Lecumberri: testimonios de universos simbólicos carcelarios