Dentro de la sociedad novohispana, las zonas de comercio variaban dependiendo de la procedencia de los comerciantes: si los vendedores eran españoles se ubicaban en sitios fijos como los mercados o las tiendas, mientras que los tianguis eran la forma popular de comercialización de los barrios indígenas; sin embargo, muy pocas veces los compradores hacían distinción, pues compraban los productos que necesitaban en donde se ofrecieran a mejor precio o les quedase más cerca de sus viviendas.

/cms/uploads/image/file/715429/e1.jpg

Los tianguis se distinguían por su carácter errante y su regreso o constancia dependía de la venta en cada lugar. Cuando llegaban a un pueblo solían colocar sus puestos en las plazas principales en donde ofrecían productos de cosecha y fabricación indígena: en cuanto a alimentos se podían adquirir chiles, tomates, chía, pescado y tamales, en el caso de artículos de uso común había petates, plumas, comales, tejidos e instrumentos para su producción, y no podían faltar bebidas como aguardiente, tepache y pulque. 

/cms/uploads/image/file/715428/e2.jpg

La venta de estas bebidas y la presencia de los indios en los tianguis fue lo que provocó, en muchos de los casos, disgustos entre la gente que habitaba alrededor de los sitios donde llegaban a ubicarse. Entre estas personas estuvo el cura bachiller don José Miguel Pérez que en 1818 remitió a las autoridades novohispanas del poblado de San Bartolomé Otzolotepec, localizado en Tenango del Valle, su disgusto por la llegada de un tianguis a la plazuela donde se ubicaba su parroquia.

/cms/uploads/image/file/715430/e3.jpg
Don José Miguel Pérez comentaba que los domingos, al terminar su misa y demás funciones doctrinales, observaba por los vitrales de la iglesia a los feligreses regresar a sus hogares y el pueblo quedaba en una apreciable y distinguida quietud, y pese a que existían lugares donde se pudieran suscitar actos de embriaguez, vicio y juegos prohibidos, estos siempre estaban bajo su supervisión y cuidado, pues así se lo había encargado Dios.

/cms/uploads/image/file/715432/e5.jpg
Pero para la sorpresa del cura don José ya habían pasado varios domingos en los que, al terminar su misa, notaba que del lado de la cabecera de la parroquia, en el lugar donde se ubicaba la población indígena, se comenzó a ubicar un pequeño tianguis que cada semana se volvía más concurrido tanto por indios, como por españoles de diversos lados. Esta situación le causaba desagrado porque daba mala imagen al pueblo, acababa con la paz que había en este y la alta venta de bebidas, como el pulque, provocaba que se realizaran diversos crímenes.

/cms/uploads/image/file/715433/e6.jpg

Sin otro poder más que el eclesiástico, suplicaba a las autoridades acudir a dicha plaza para retirar el tianguis y guiar a los habitantes a adquirir sus víveres en los mercados de Toluca como se acostumbraba. Ante este llamado, el subdelegado del pueblo fue designado para asistir a dar su pertinente revisión, pero se percató de que no presentaba mayor problema, pues los inconvenientes eran menores, además facilitaba el abasto de productos al pueblo.
Imagen 6.- El tianguis con gente y algunos oficiales custodiando.
El informe del subdelegado sobre lo que había visto en su visita derivó en la decisión de dejarlo en funcionamiento, pero con ciertas regulaciones de compra y venta. Se asignaron alguaciles para que estuvieran a cargo de la seguridad del lugar y para que observaran si los compradores cumplían con las normas establecidas; en cuanto a la venta de bebidas, las respectivas autoridades se hicieron cargo de revisar la cantidad vendida, evitar el contrabando de alcohol y determinar ciertos impuestos a los vendedores. A pesar de estas mejoras, don José no quedó del todo conforme con la resolución.

Referencia: AGN, Instituciones Coloniales, Mercados, vol. 2, exp. 9.
———-

*Las imágenes utilizadas para ilustrar el presente relato son una interpretación libre realizada por la subdirección de difusión del AGN y no pretenden representar con exactitud los hechos ni escenarios de la época.*

Los tianguis de la Nueva España, un lugar para todos