En la Biblia se recogen diversas historias de cómo Dios pone a prueba a sus fieles, por ejemplo a Abraham, y de cómo se comunica con ellos por medio de sueños, como en el caso de Jacob. Sin embargo, estas conexiones no se quedan únicamente en un plano anecdótico, pues tenemos a santa Teresa de Jesús, monja carmelita descalza, que experimentó lo que se conoce como éxtasis místico o iluminación. Por otra parte, también se menciona la constante rivalidad con el Diablo, en la que este busca poner a prueba la fe de las personas por medio de tentaciones y pecados para alejarlos de Dios.
Nadie estaba exento de estas situaciones, pues mujeres y hombres que dedicaban toda su vida a Dios dentro de los conventos estaban expuestos, como fue el caso de sor María Coleta, monja que en 1751 comenzó a experimentar alucinaciones y sueños que le generaban angustia. Por medio de cartas a los padres de las congregaciones de san Felipe y san Francisco manifestó los tormentos que sufrió un día: después de comulgar comenzó a llorar con tanta fuerza que sintió que iba a morir y cómo Jesús la recostaba en su pecho, mientras que el Espíritu Santo la tomaba en sus manos mientras Dios le quitaba su corazón y ponía el suyo dentro de ella.
Con estas constantes cartas que les mandaba a sus confesores buscaba consuelo y una respuesta a lo que le sucedía, pues en algún momento buscó alivio al acudir con un doctor, pero este le dijo que no tenía medicamento que pudiera ayudarle. Las alucinaciones cada vez eran más vívidas, como cuando al comenzar a orar creyó estar hablando con Jesús, quien le pedía que cargara la cruz al ser muy pesada.
Estas visones llegaron a un grado tan alarmante que le comenzaron a generar un gran pesar a sor María, pues ya no podía realizar sus actividades diarias en el convento como rezar y estar en el coro, así mismo su salud física se vio afectada pues le era imposible estar acostada o sentada por la gran fatiga que sentía en su cuerpo. También le gritaba a la gente de su congregación que la intentaba auxiliar que la dejaran en paz, que estaba loca a causa del demonio. Dentro del convento la única solución que le daban era orar en nombre de su sanación, remedio que no servía, al contrario, detonaba las alucinaciones que le permitían “hablar” con Dios.
La oración, los brebajes y medicamentos que se le dieron no aliviaron su pesar, y los clérigos solo afirmaban que era una mujer con una devoción tan inquebrantable que estaba siendo puesta a prueba por parte del maligno, quien la atormentaba para alejarla del buen camino del Señor. Lamentablemente no encontraron ninguna cura para ella, se oficiaron misas, oraron con devoción, se hicieron ofrendas, pero nada funcionó. Sor María vivió sufriendo constantes malestares tanto físicos como espirituales, pero siempre se mantuvo firme a sus creencias, pues decía saber que Dios la recompensaría por sus sufrimientos.
Referencia: AGN, Instituciones coloniales, Indiferente Virreinal, Clero Regular y Secular, caja 4064, exp. 1.
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